No sé en dónde leí que Colombia pasó de ser el país más feliz a ser el más violento. Esto no debería sorprenderme porque parece que mientras un poco menos de la mitad son los más felices, el resto se está muriendo y sobreviviendo, tal vez por eso, no tengan ni tiempo de entristecerse. Me parece estar escuchando a alguien, seguramente un hombre, diciendo "uyy tan violento" queriendo decir que algo es muy bacano o chévere. En Colombia, hasta el adjetivo violento se vuelve positivo. No sé si eso sea una influencia de la violencia que llega hasta nuestro vocabulario más común por el bombardeo tan frecuente de estas palabras denotando conflictos, guerras, enfrentamientos, masacres, secuestros.
Me aventuro a pensar que adaptamos nuestro discurso a una realidad hostil en la que una forma de aceptarla es interiorizándola a nuestro vocabulario para así restarle impacto. Esta estrategia de interiorización es una ventaja a mi modo de ver. Llamamos a muchas cosas por su nombre y no utilizamos muchos eufemismos porque sabemos que nuestra realidad es cruda y así debemos llamarla, con crudeza. En Francia hay miles de eufemismos que la gente usa para no ofender a quienes describen con tales eufemismos. El mal-entendant (que no oye) por no decir sourd (sordo), el mal-voyant (que ve mal) por no decir aveugle (ciego), la persona à mobilité reduite (inválido), etc.
Del vocabulario colombiano también me gustan los gorditos y gorditas o los flaquitos y flaquitas que se dicen con cariño y que muchos de mis amigos extranjeros angloparlantes no entienden por la rudeza de su uso. A ellos no se les ocurre que podamos llamar a alguien gordo o gorda con cariño.
Algo que no termina de sorprenderme de Colombia sin embargo, es la capacidad de la gente de escandalizarse por la imagen que Colombia tiene en el mundo y no por cambiar la realidad que en consecuencia cambiaría nuestra imagen.
Me aventuro a pensar que adaptamos nuestro discurso a una realidad hostil en la que una forma de aceptarla es interiorizándola a nuestro vocabulario para así restarle impacto. Esta estrategia de interiorización es una ventaja a mi modo de ver. Llamamos a muchas cosas por su nombre y no utilizamos muchos eufemismos porque sabemos que nuestra realidad es cruda y así debemos llamarla, con crudeza. En Francia hay miles de eufemismos que la gente usa para no ofender a quienes describen con tales eufemismos. El mal-entendant (que no oye) por no decir sourd (sordo), el mal-voyant (que ve mal) por no decir aveugle (ciego), la persona à mobilité reduite (inválido), etc.
Del vocabulario colombiano también me gustan los gorditos y gorditas o los flaquitos y flaquitas que se dicen con cariño y que muchos de mis amigos extranjeros angloparlantes no entienden por la rudeza de su uso. A ellos no se les ocurre que podamos llamar a alguien gordo o gorda con cariño.
Algo que no termina de sorprenderme de Colombia sin embargo, es la capacidad de la gente de escandalizarse por la imagen que Colombia tiene en el mundo y no por cambiar la realidad que en consecuencia cambiaría nuestra imagen.
2 comentarios:
Después de haber leído tu post, encontré esta nota relacionada. Hablá sobre las malas palabras y aunque no estoy de acuerdo totalmente, me pareció interesante ver cómo trata el tema. Puedes verla
Se me olvidó responderte a tu comentario, pero aquí estoy. Ya leí la nota y me dejó pensando. Creo que el uso de un vocabulario violento surge como una forma de exteriorizar todas las frustaciones que podemos vivir. En todo caso, es un fenómeno muy interesante, seguiré tratando de entenderlo...
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