A veces siento que puedo ser injusta cuándo hablo de Colombia estando en el extranjero porque puedo dar una imagen muy parcial. Al comienzo decía, en Colombia, esto y aquello. Luego me dije, no es justo que hable de Colombia cuando toda mi vida he vivido en Cali, a pesar de conocer otras ciudades y gente de otras partes. Luego pensé, tampoco puedo hablar de Cali de manera general porque he sido privilegiada y he vivido en una zona buena de Cali. Así que al final cuando hablo de Cali o de mi pedacito de Colombia, siento que no estoy hablando por aquellos que no pueden hacer sentir su voz, pero que son tal vez más colombianos que yo. Aquellos que se han criado en el interior del país que han crecido rodeados de cultivos o al lado de las playas chocoanas o que han trabajado en el campo, oque simplemente han vivido en la zona de Cali que mucha gente evita visitar. Esa gente conoce la esencia de Colombia.
Los campesinos que se han tenido que desplazar por las amenazas de los diferentes grupos armados y que se han instalado en los barrios menos seguros de Cali y de otras ciudades. Y ellos qué pensarán de Colombia? Qué los hará sentir colombianos? El sentido de desarraigo acaso?
La indiferencia de la gente que los mira a veces con desprecio por estar en las calles?
Pues bien, creo que a estas personas nunca se les encuestará por el DANE para saber sus opiniones sobre el costo de vida o lo que para ellos es ser colombiano. Supongo que ellos pensarán que ser colombiano es andar de un lado para otro, sentir la pérdida de sus familiares o tal vez recomenzar su vida una y otra vez. Pues bien, para estos colombianos, no solo desplazados, sino dejados a su suerte por un gobierno más indiferente que sus ciudadanos, es necesario reconocerles la dignidad que la columna de Alvaro Bejarano muestra en el Tiempo.
A estas personas quienes en las más extremas circustancias conservan su dignidad e incluso un espiritu de solidaridad admirable, les expreso mi más sincera admiración aunque sé que probablemente nunca leerán esta entrada.
De la sencillez, sabiduría y desapego del personaje de la historia de Álvaro hablaba cuando en una entrada anterior trataba aquello de no tener claro si la profesión de profesor logra tener un impacto real. Sé que puedo ser demasiado exigente y esperar mucho de lo que hago, pero es que a veces pienso si alguna vez podremos despertar una sensibilidad en nuestra gente que muchas veces ni nosotros mismos exhibimos.
Los campesinos que se han tenido que desplazar por las amenazas de los diferentes grupos armados y que se han instalado en los barrios menos seguros de Cali y de otras ciudades. Y ellos qué pensarán de Colombia? Qué los hará sentir colombianos? El sentido de desarraigo acaso?
La indiferencia de la gente que los mira a veces con desprecio por estar en las calles?
Pues bien, creo que a estas personas nunca se les encuestará por el DANE para saber sus opiniones sobre el costo de vida o lo que para ellos es ser colombiano. Supongo que ellos pensarán que ser colombiano es andar de un lado para otro, sentir la pérdida de sus familiares o tal vez recomenzar su vida una y otra vez. Pues bien, para estos colombianos, no solo desplazados, sino dejados a su suerte por un gobierno más indiferente que sus ciudadanos, es necesario reconocerles la dignidad que la columna de Alvaro Bejarano muestra en el Tiempo.
A estas personas quienes en las más extremas circustancias conservan su dignidad e incluso un espiritu de solidaridad admirable, les expreso mi más sincera admiración aunque sé que probablemente nunca leerán esta entrada.
De la sencillez, sabiduría y desapego del personaje de la historia de Álvaro hablaba cuando en una entrada anterior trataba aquello de no tener claro si la profesión de profesor logra tener un impacto real. Sé que puedo ser demasiado exigente y esperar mucho de lo que hago, pero es que a veces pienso si alguna vez podremos despertar una sensibilidad en nuestra gente que muchas veces ni nosotros mismos exhibimos.
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